Periodismo

Detectar, Mentir, disparar( La Tercera

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Detectar, mentir y disparar/ La Tercera

Sergio Marras

La semana pasada, el diario británico The Guardian, dio a conocer cómo la empresa inglesa de estudios electorales, Cambridge Analytica, manipuló a los votantes norteamericanos en la última elección presidencial mediante el uso de Google, Snapchat, Twitter, Facebook y YouTube.

El llamado de la página web de la empresa define muy bien sus intenciones: Buscamos sus votantes y los ponemos en acción . Conociendo su electorado mejor, logramos una mayor influencia mientras bajamos sus costos

¿En qué consiste poner a los votantes en acción? Simplemente en averiguar cuáles son los más sentidos deseos, fobias, carencias, miedos, odios, resentimientos, amores e ilusiones de cada grupo del electorado a disputar y entregarle de vuelta mensajes microdirigidos con soluciones a la medida a través de las promesas y programas de sus candidatos clientes.

Da lo mismo que estas promesas sean contradictorias entre un grupo y otro del blanco apuntado, o que sean imposibles de cumplirse. Se recurre a tergiversaciones, semiverdades, y noticias falsas relacionadas especialmente a los miedos de los votantes.

Si aparece un opositor muy peligroso al cliente, como lo fue Hillary Clinton para Trump, lo desacredito publicando sus debilidades, si las tiene. Si no, las invento y las presento a cada microgrupo de la manera que más rechazo le cause. Si es un colectivo donde hay mucha cesantía, por ejemplo, pinto al candidato opositor como favorable a la inmigración. Así los votantes de un país pueden terminar apoyando a un candidato que en una región del país aparece con un discurso socialista y que en otra aparece con un discurso conservador. Nada importa, lo interesante es ganar las elecciones.

En la campaña norteamericana, se utilizaron datos conseguidos malamente de Facebook para dirigir miles de avisos a la carta a millones de personas, aunque las fuentes de perfiles personales hoy pueden ser innumerables. Los anuncios fueron vistos billones de veces, según confiesa la propia compañía en el escrito develado por The Guardian. Cada uno tenía una audiencia sicológica y culturalmente detectada y los mensajes fueron adecuados con precisión a las necesidades de cada microelectorado.

Detectar, mentir y disparar es el eslogan secreto de estas operaciones que tendrán que sufrir las democracias de ahora en adelante.

Aunque algunas lo están sufriendo ahora mismo.

En el Reino Unido, por ejemplo, los partidarios de irse de la Unión Europea, -se supo este fin de semana que fueron apoyados por una empresa canadiense socia de Cambridge Analytica-, le prometieron a los pescadores que si se iban recuperarían de manera inmediata toda la cuota de pesca en aguas británicas y que podrían seguir exportando, como lo hacen ahora, el 75 % de su captura a la misma Unión.

Los pescadores lo creyeron a pie juntillas y han sido los primeros en caer en la negociación de la transición entre la Unión Europea y el Reino Unido. No tendrán pesca libre hasta enero del 2021. Y cuando la tengan tendrán que renegociar su exportación a Europa en peores condiciones. Entretanto, las grandes pesqueras asiáticas esperan, mirando desde las alturas, que el gobierno británico una vez fuera de la Unión, debilitado por el Brexit, le pida negociar a sus gobiernos nuevos tratados de libre comercio para intentar quedarse con buena parte, ya no solo de la pesca sino también de su procesamiento.

¿Sobrevivirá la democracia a este tipo de abusos?

Esta operaciones electorales se extenderán y crecerán si no hay una voluntad colectiva de detenerlas. Tendrán que hacerlo nuevas instituciones y sobre todo organizaciones ciudadanas fortalecidas.

Los programas de los partidos políticos deberán ser coherentes y permanentemente controlados por organismos ajenos a sus dirigentes y sus equipos de gobierno. Un político sorprendido mintiendo debería dejar inmediatamente su cargo y en los casos graves ser perseguido civil y penalmente.

Esto es algo que la práctica ha demostrado que es casi imposible. Pero si no se hacen los cambios para que algún día sea al menos probable, ¿hasta qué punto las precarias democracias que tenemos resistirán?

 

 


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